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El último proyecto de La Calandria no tiene que ver con sus garnachas jugosas y exuberantes ni con su otro oficio –casi desconocido por los enófilos– de las representaciones teatrales, con decorados, puesta en escena y guiones y diálogos inverosímiles. Tiene que ver con la arqueología vinícola y con la resurrección de viejos rancios perdidos. Hidratar «madres» anónimas y llenas de historias olvidadas en pequeñas bodegas privadas a lo largo de los Pirineos y el Moncayo. Su primera entrega son tres vinos. Niño Perdido Madre N° 2 Familia Laín es el de mayor producción con unas escasas 367 botellas de 37,5 cl. Una garnacha que había permanecido sellada en los toneles hasta que Eladio y sus hermanos la heredaron de sus abuelos. Su color es caoba. Su aroma conjuga delicadas notas de vainilla y avellanas tostadas. En boca es incisivo con una textura generosa que cubre la lengua y con un final explosivo y larguísimo. Un proyecto extraordinario.
Se recomienda maridar La Calandria Niño Perdido Madre Nº 2 Familia Laín 37 cl con cremas, pescado a la plancha, postres y pescados en salsa verde. |
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Respecto a la cata de La Calandria Niño Perdido Madre Nº 2 Familia Laín 37 cl, en su fase visual destacan las notas reflejos rubí, granate intenso, color picota y rojo morado oscuro.
Entre las notas predominantes de la cata en fase olfativa encontramos fresas silvestres, yogur y aromas herbáceos.
La cata de La Calandria Niño Perdido Madre Nº 2 Familia Laín 37 cl en la fase gustativa destaca con frutos secos, final maduro y apuntes tostados.
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